Por Danael Mlynarz, concejal de Ñuñoa.
Varias han sido las manifestaciones de los vecinos de Ñuñoa en defensa de los espacios públicos o inmuebles con valor patrimonial que están siendo destruidos para dar lugar a distintos proyectos comerciales e inmobiliarios.
La suma de esas protestas ciudadanas da cuenta de un conflicto mayor, cual es la visión que tiene el alcalde Pedro Sabat sobre desarrollo urbano versus la mirada de los vecinos.
A juzgar por estas manifestaciones, el alcalde no está escuchando el planteamiento de la ciudadanía. En consideración con el cargo que ostenta ella está integrada por los mandantes de las resoluciones que él debiera adoptar y para lo cual cuenta, como instrumento principal, con el Plan Regulador Comunal.
La destrucción de la casa del ex Presidente Gabriel González Videla, la eventual demolición del antiguo castillo que por años albergó al Colegio Notre Dame, el cierre y desmantelamiento del Parque Gorostiaga, el inminente cierre del Convento de las Carmelitas (que perdieron su privacidad debido a la construcción de edificios que ahora las rodean), son ejemplos de cómo la visión edilicia pretende cambiar el paisaje sin escuchar la opinión ciudadana.
Lo anterior, descontando el sostenido repudio social que despierta el indiscriminado crecimiento del negocio inmobiliario en Ñuñoa.
Se trata, entonces, de una suma de antecedentes que muestran, en primer lugar, un conflicto urbanístico grave y, en segundo término, la indiferencia con la que el alcalde ha decidido llevar adelante un desarrollo urbano en total desapego con el sentir de sus mandantes.
Para abundar el diagnóstico es preciso consignar, a modo de referencia, que en 2000 se otorgaron ocho permisos de edificación, mientras en 2005 se extendieron 75 permisos; es decir, 75 nuevos edificios sólo en un año.
Desde 2006 en adelante no existen datos actualizados. Sin embargo, a partir de esa fecha se generó el proceso de modificación del Plan Regulador, el que terminó en un derroche de recursos municipales por concepto de publicidad, lo que dio cuenta de un "cumplimiento" de parte del edil pero que para muchos terminó siendo sólo "publicidad engañosa".
No hubo justa transparencia con difundir aquellos sectores donde hoy se mantiene todavía una vida de barrio y pocos de sus residentes saben que allí se ha permitido levantar nuevos edificios de cuya construcción seremos testigos en un tiempo próximo.
Pese a que el único canal informativo comunal, El Ñuñoíno entrega la visión unilateral acerca de estos temas, llevando a cada casa -obviamente- la visión del alcalde Sabat, cada vez de manera más recurrente el sentir ciudadano está revirtiendo el panorama.
Hoy los vecinos, por sí solos, han comenzado a organizarse en distintos sectores, reclamando por la destrucción de construcciones históricas y espacios públicos de la comuna.
Esos reclamos que en la sede municipal se consideran menores y sin sentido, están dando lugar a una histórica recolección de firmas que ha impulsado la Red Ciudadana por Ñuñoa con el objetivo de exigir un plebiscito comunal; es decir, para obligar a la autoridad a escuchar a los ciudadanos.
En conclusión, las distintas manifestaciones y denuncias en torno a los lugares destruidos constituyen la demostración de la existencia de un conflicto urbanístico grave y, finalmente, será ese plebiscito el que dé cuenta al alcalde, primero, de que las manifestaciones de los vecinos son legítimas y no menores y, segundo, de que las autoridades tienen el deber de hacer suyo el sentir de sus mandantes.
Fuente:
Ver artículo en La Nación Online
viernes, 7 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario